Compuesto como muy tarde a finales del tercer milenio, y en lengua sumeria, he aquí un breve
pasaje de un himno litúrgico dirigido al soberano de los dioses y los hombres.

 ¡Enlil! Lejos lleva su autoridad,
sublime y santa es su palabra. ,
Imprescriptible es lo que Él decide.
Fija para siempre el destino de los seres.
Sus ojos escrutan la tierra entera,
y su resplandor penetra hasta lo más hondo del país.
 Cuando el venerable Enlil se instala majestuoso
sobre su Trono sagrado y sublime,
cuando ejerce de excelsa manera
sus poderes de Señor y de Rey,
los otros dioses se prosternan ante Él
y acatan sin discutir sus órdenes.
 Es el Gran y Poderoso Soberano
que domina el Cielo y la Tierra,
que todo lo sabe y todo lo comprende...


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